lunes, 17 de febrero de 2014

El Maldito Cuento de la Cenicienta (deconstruído)

Siempre pensé que este cuento, repetido mil veces, llevado al cine o a la Opera, era un cuento cruel que profundizaba en la postración que muchas niñas viven en el mundo oprimidas por sus familias. La esperanza ha de venir de los méritos propios, de la valentía y el esfuerzo, de la solidaridad entre los jóvenes y no del favor de ningún príncipe.

Contaba ya hace mucho Charles Perrault que había una joven muy bella cuya madre había fallecido cuando ella aún era pequeña. Su padre se esmeraba por darle todos los cuidados y educarla, pero era muy pobre y tenía que trabajar todo el día y apenas le quedaba tiempo para atenderla
.
Para empezar el cuadro social en que se desarrolla el famoso cuento de la Cenicienta no puede ser más sorprendente para un niño que escuche o lea tal cosa hoy. ¿Es la única razón que la madre muera para que una niña viva sola con su padre? ¿Cómo puede esmerarse en dar todos los cuidados si apenas puede estar con ella? ¿Es que acaso los padres(masculino plural), no necesitan estar con sus hijos para cuidarlos? Y ¿Cómo puede ser que un tipo que trabaja todo el día sea “muy pobre”? ¿Acaso el trabajo de “todo el día” es cosa de pobres?

Así que vamos a deconstruirlo:

“Había una joven muy bella que vivía con su padre. Aunque iba a un buen colegio, cuando salía, como él trabajaba todo el día, pasaba mucho tiempo sola…



Sigue Perrault: Un día el padre preguntó a su hija: ¿te gustaría tener una mamá que te cuidase?
Pues claro que sí papá. Sería maravilloso.
Y así fue como el papá de aquella dulce joven decidió casarse de nuevo.

Disculpen pero esto no se lo puede decir a una niña nadie en su sano juicio. Primero, esa niña ya tiene mamá. Divorciada o muerta su madre es su madre. Segundo si un tipo decide casarse de nuevo hay otras formas de decírselo a su hija sin manipularla tan asquerosamente. Y la niña podría muy bien haberle contestado a su padre: no, si mamá ya tengo y viviría con ella si no fueseis tan capullos, o, si no se hubiera muerto.

Así que vamos a deconstruirlo:

“Un día el padre preguntó a su hija: Mira, el papá se ha enamorado de nuevo. Si me caso, otra mujer vivirá en casa y así no estarás tanto tiempo sola. No será como tener otra madre pero tal vez puedas encontrar una amiga con la que seremos felices los dos. Como quieras, papá, contestó la niña, haré todo lo que pueda para llevarme bien con ella y que así seamos más felices todos….

Sigue Perrault: La nueva esposa, que también era viuda, tenía dos hijas. 
Las tres niñas crecerán juntas y serán buenas amigas. Pensó el padre.
Pero la madrastra a sus dos hijas las cuidaba y las mimaba y a su hijastra la obligaba a hacer todas las tareas del hogar, incluido limpiar la chimenea. Por eso a aquella pobre niña la llamaban Cenicienta pues todo el día andaba manchada de ceniza.

En fin, sólo diré que para tener dos hijas y ser casadera, hay otros estados civiles además de viuda. Lo de madrastra es un término en desuso en la actualidad gracias a este cuento, pero haberlas haylas y eso de favorecer a sus hijas puede pasar porque mala gente sobra siempre. Lo que no se puede conservar es lo de Cenicienta por culpa de la ceniza. Cualquier niño pensará, eso pasa por tener chimenea en vez de radiador. Dejemos el asunto en fregona.

Vamos a deconstruirlo:

“La nueva esposa tenía dos hijas.
Crecerán juntas y serán buenas amigas. Así mi hija ya no estará sola. Pensó el padre.
Pero la madrastra sólo se preocupaba de sus hijas y obligaba a nuestra protagonista todas las tareas de la casa, incluido fregar el suelo cada día. Por eso sus hermanastras se reían de ella y la llamaban Fregona. La tenían tan amenazada que no se atrevía a contárselo a su padre, al que tampoco quería dar el disgusto de hacerle ver lo equivocado que estaba con su nueva mujer.
El odio que le profesaban era tanto que no le permitían acceder a su ordenador del que se apropiaron y ella solo tenía el consuelo de conectarse con el móvil a Facebook donde se había puesto un nombre falso para no ser descubierta; Rosa y Jazmín, que eran las plantas que, también a escondidas, cuidaba del jardín.

Como se ve he introducido un suave hálito de modernidad que no espero que Perrault me perdonase, si lo supiera.

Sigue Perrault: Un día el Rey de aquel país pensó que su hijo, el Príncipe, ya estaba en edad de casarse. En un trono debe haber un rey y una reina, pensó.
Y tuvo una brillante idea. Haré una gran fiesta en el palacio e invitaré a todas las muchachas casaderas del reino….Los heraldos del rey lo anunciaron con toques de trompetas y clarines, en valles y montañas, hasta en el más pequeño pueblo se oyó el bando: El primer sábado del próximo mes todas las muchachas casaderas están invitadas a una gran fiesta en palacio!! Así llegó la noticia a oídos de la madrastra ordenó a sus hijas que preparasen sus mejores ropas y a Cenicienta le dijo: Tú no irás, te quedarás en casa fregando el suelo y….

Convendréis conmigo que esta parte es especialmente perversa y puede provocar daños irreparables en una mente infantil. ¿Qué es eso de un rey como mandamás del país? ¿Qué es eso de que decida cuando debe casarse su hijo? ¿Qué es eso de muchachas casaderas? Sólo hubiera faltado que lo explicara, virginidad incluida. ¿Qué es eso de exhibirse como mercancía ante el Príncipe? Lo único aprovechable de este trozo es la mala leche de la madrastra y el mal trato a nuestra heroína, cosa harto frecuente por desgracia, así que….

Vamos a deconstruirlo:
- Un día oyó gritar como histéricas a sus hermanastras. Estaban viendo la tele, ella tenía que fregar los platos, pero intrigada se asomó con disimulo desde la puerta de la cocina. Eran las noticias, decían que el primer sábado del mes próximo actuarían en la ciudad los Pistol Boys un grupo de quinceañeros de Miami, que aunque casi todo lo cantaban en inglés tenían algunas canciones traducidas al español. Era la locura. Todas las chicas entre catorce y dieciséis años estaban enamoradas de Johnny, el cantante, y por supuesto sus hermanastras, también. Ella conocía al grupo, lo seguía en Face, y había que reconocerlo, también estaba enamorada de Johnny. Sin embargo, notaba que la traducción de sus canciones dejaba mucho que desear. En español sus letras parecían tan incomprensibles como las últimas de Alejandro Sanz. Sobre todo I have need of you (tengo necesidad de ti). Ella en sus ratos libres, sola en el garaje de su padre había conseguido una versión mucho más emotiva, aunque la traducción no era literal.
Los días siguientes fueron una locura en casa, además de comprar las entradas en los mejores sitios, ella se tranquilizó cuando supo que habían comprado tres. Salieron constantemente de compras: camisas, pantalones, zapatos, maquillaje, etc... A ella nunca la invitaron a acompañarlas y su padre parecía esos días más ausente que nunca. Una vez las sorprendió maquillándose en el cuarto de baño y se enfadaron tanto que mandaron poner una cerradura con llave para que ella no pudiera entrar.

Bien, mi cuento está resultando un poco diferente, pero el espíritu permanece... creo yo.

Sigamos con Perrault: Finalmente llegó tan esperado día. Al anochecer, vestidas con sus mejores galas, las hijas de la madrastra partieron rumbo al palacio del rey.
Cuando se encontró sola, Cenicienta no pudo reprimir su llanto. ¿Por qué seré yo tan desdichada? ¿Por qué este triste destino?
Y se encaminó a la chimenea para barrer las cenizas y reavivar el fuego. De pronto, entre las llamas apareció un resplandor más luminoso que el fuego y se oyó una voz: tú también irás al baile…. Cenicienta se restregó los ojos, creyendo que soñaba, pero aquella mujer de dulce rostro esgrimía en su mano una varita mágica. 
¿Quién eres? 
Yo soy tu hada madrina, todos los seres de buen corazón tienen una. Yo soy la tuya. 
La joven observó sorprendida que calzaba en vez de sus zapatones, unos preciosos zapatitos de cristal y sus ropas se habían transformado en un bellísimo vestido.
Sólo faltaba el carruaje… y el hada convirtió una calabaza en uno precioso, un ratón en un cochero, y….
Una advertencia Cenicienta, debes regresar antes de la media noche porque a esa hora la magia desaparecerá.

Esta es la parte fundamental del cuento, donde se esconde la primera sorpresa para los niños y niñas que lo escuchan. La realidad se convierte en una ficción maravillosa. Veamos cuán maravillosa es. Para empezar Cenicienta acepta su injusto destino. Recibe el maltrato con resignación y sabemos hasta dónde puede llegar el maltrato cuando el menor no reacciona. Eso es educar en el sometimiento, penalizar la rebeldía que en esas edades es tan importante. Después es recompensada por su buen corazón, por ser una chica dócil, y se introduce un personaje imaginario proponiendo que las soluciones a los problemas vienen del más allá. Por último el límite horario de la fiesta es una vieja aspiración de preocupados padres y madres a los que les gustaría que sus hijas salieran corriendo para llegar a casa a su hora. Lo comprendo pero creo que debe basarse en un compromiso de responsabilidad y no en una especie de maldición como la del cuento.

Vamos a deconstruirlo:

- Por fin llegó el gran día. Mientras ella fregaba los platos de la comida, sus hermanastras súper excitadas se pusieron a vestirse y gritaban sin parar porque nada les sentaba bien. Terminaron por entrar en su cuarto y arramblar con toda su ropa. Cuando nuestra heroína, la fregona, llegó se encontró los armarios vacíos y los pantalones, faldas, blusas y suéteres que tanto se cuidaba, estaban esparcidos y arrugados en el suelo de la habitación de sus hermanastras que era un caos.
No me habéis dejado nada que ponerme, se quejó tímidamente.
Pero qué te habías creído, que ibas a venir con nosotras al concierto…. ¡vamos con mamá! Tú te quedas a fregar que últimamente está todo muy sucio. ¡Jajá! Se rieron al unísono.
Sorprendida y más triste que furiosa, corrió a su cuarto e intentó llamar a su padre. El contestador automático saltó como siempre. Se echó sobre la cama tratando de no llorar. Como una autómata, buscó en sus cajones, en todos los rincones de su cuarto, pero sólo encontró un viejo vaquero, demasiado ajustado que a ellas no les entraba ni en sueños. Era su pantalón preferido, de hacía ya más de un año pero que aún le sentaba como el primer día. Si quería terminar de vestirse sólo le quedaba la camisa del uniforme del colegio, para quien no lo supiera estaba bien pero sus compañeras se reirían de ella. Derrotada se sentó en un rincón de su cuarto y se cogió la cabeza con las manos. Así estaba cuando sus hermanas se asomaron y le gritaron: queremos verlo todo muy limpio cuando volvamos!! El portazo de la puerta de la calle la devolvió a este mundo. Corrió al cuarto de sus hermanas, pero estaba cerrado con llave, empujó la puerta del cuarto de baño pero pasaba igual. Sólo quedaba el cuarto de su padre, pues su madrastra utilizaba el de las hijas. Allí no había nada que le sirviera. Olía a linimento y colonia de hombre. Rebuscó por los cajones sin esperanza. En un rincón olvidado, que había pasado inadvertido a su madrastra hizo un hallazgo sorprendente: un bonito fulard de su madre. Ya casi no lo recordaba. Se le saltaron las lágrimas y le pareció oír lo que le decía siempre cuando tenía problemas. ¡No te rindas!
De pronto supo lo que había que hacer; allí olía demasiado a hombre así que bajó al cuarto de baño del garaje, y se duchó. Como no tenía ningún perfuma se restregó por el pelo los pétalos de sus flores favoritas, rosa y jazmín, y corrió a vestirse con su vaquero, la camisa del colegio y el fulard de su madre. Recordó el cuento de la cenicienta, se estaba transformando. Tampoco le habían dejado zapatos pero se puso las zapatillas de la clase de baile, eran de tela rosa muy bonitas, y su calabaza sería la bicicleta porque el lugar del concierto estaba un poco lejos….

Sigue Perrault: La llegada de la Cenicienta al palacio despertó un murmullo de admiración. ¿Quién es? Se preguntaron todos. Pero quien más se lo preguntaba era el príncipe, que quedó prendado de su belleza. A partir de entonces el príncipe y Cenicienta no dejaron de bailar juntos. De pronto empezaron a sonar las campanadas del reloj. Las doce! Se sobresaltó la muchacha, y salió corriendo. Cenicienta descendió por las escaleras como una exhalación. OH! He perdido un zapatito!! Pero no pudo detenerse. Al partir, observó cómo el príncipe apretaba fuertemente contra su pecho el zapatito de cristal que ella había perdido.

Esta es la parte del cuento tradicional más aceptable, al margen de que el chico sea un príncipe. Sugiere el proceso siempre acelerado de conversión de la niña en mujer. Su primer comportamiento independiente y su primera valoración como individuo merecedor de atención y amor. De todas formas, el entorno del cuento es arcaico y lleno de tópicos imposibles hoy.

Así que vamos a deconstruirlo:

- Cuando nuestra bella heroína llegó al lugar del concierto, una extensa plaza donde se había levantado un gran escenario, resultó que el lugar estaba rodeado de una alta valla. Aunque aún faltaba casi una hora, multitud de chicos y chicas se agolpaban ante las puertas de acceso, con sus entradas en las manos. Había servicio de seguridad para evitar que nadie se colara. Ella comprendió que le sería imposible entrar. Rodeó las instalaciones con la esperanza de encontrar un lugar desde donde poder ver la gran pantalla que reproduciría lo que pasaba en el escenario. Empezaba a hacerse de noche. En la parte de atrás del escenario había un pequeño vallado donde se encerraban algunos coches y varias rulotes. “Si me quedo aquí, tal vez vea pasar a Johnny”, pensó. Estaba resignada a oír el concierto desde allí. En ese momento, un joven de aspecto americano, con la cazadora de los Pistol Boys, salió discutiendo acaloradamente con otro vestido con un mono de trabajo. ¡¡Por favor, necesito mis conectores!! Estos que has puesto tú no sirven. Pierdo mucha potencia de sonido. ¡Así no podemos actuar! Decía el americano en inglés. A ella no le costó nada entenderlo, era su asignatura preferida y el año pasado había pasado dos meses en una academia de Oxford. El mecánico español, le contestaba como podía, medio en inglés medio en castellano, la empresa de transportes ha perdido la maleta de los conectores. Estos son los más parecidos al sistema americano que tenemos. ¡Esto es Europa!
- En un momento de desesperación el americano se dirigió al público y a voz en grito dijo: Could you help me!? ( alguien puede ayudarme)
- El grupo de gente que allí estaba se agolpó sobre la valla para pedirle un autógrafo sin entender lo que decía. Se sorprendió a sí misma diciendo en voz lo suficientemente alta para hacerse oír: I can help! (yo puedo ayudarte). El americano se abrió paso a empujones hasta ella. En inglés ella le dijo que tenía muchos conectores de sonido de paso americano, pero los tenía en su casa, que estaba algo lejos. El americano hizo venir a gritos a un miembro de seguridad y le obligó a permanecer junto a ella, que por arte de magia ya estaba dentro del recinto. Al momento salió con la llaves de un coche y le dijo, vamos con el coche de Johnny que es el que más corre! Y casi la empujó hasta un precioso Ferrari rojo. Se lo ha comprado el día de su cumpleaños, 18, no se lo digas a nadie, bromeó. Más que correr, voló. Ella lo llevó por todos los atajos que conocía hasta su casa. Cuando llegaron, abrió la puerta del garaje con su mando a distancia, la llave secreta con la que entraba y salía de casa. Condujo a Marc, que así se llamaba el técnico del grupo, hasta la enorme estantería de cajones de su padre. Éste era técnico de sonido de Telefónica y años atrás cuando había desmontado dos viejas centralitas americanas de un gran hotel, le había confesado: “voy a guardar todos estos conectores que no puedo llevar al almacén de la empresa porque no son homologados. Me niego a tirarlos. Algún día los necesitaré”. Éste era el día.

- Marc empezó abrir los cajones, gritaba de excitación: OH yes! Mientras iba llenando dos bolsas que ella le acercaba. Cuando ya creyó tener lo suficiente, volvieron al coche y ella vio, como en un sueño, que su casa se quedaba atrás mientras marchaba en aquel maravilloso coche a toda velocidad hacia el concierto.
Cuando llegaron, la cogió de la mano la introdujo a todo correr en el recinto donde esperaba el grupo, algo impaciente ya por no poder ensayar con toda la instalación OK. ¡Gracias a ella hay concierto! Le gritó a Johnny mientras salía corriendo a sustituir los conectores. Él se le acercó y se sentó a su lado en unas sillas portátiles. Se veía el escenario, pero no el público. A su alrededor, bullía una actividad frenética, pero ella estaba en una burbuja maravillosa sin atender a nadie más que a él. El teclista ya atronaba, y apenas se podía hablar. Ella le dijo que le gustaba mucho su música. Él le explicó en un castellano bastante bueno que iban a cantar una canción en español: tengo necesidad de ti. Sin saber por qué, no pudo reprimirse y le dijo: no se dice así, es mejor “te necesito”. Él sonrió y le dijo ¿Cómo la cantarías tú? Tuvo que alzar un poco la voz para hacerlo. ¡Dios mío! ¡Estaba cantándole una canción a Johnny! Él dejo de sonreír y le pidió muy serio que se la repitiera. Cuando empezó de nuevo, notó que él entornaba los ojos y trataba de memorizar. En ese momento gritaron. ¡Todos al escenario! ¡Rápido, rápido! Johnny se levantó y espontáneamente le dio un beso en la mejilla y le dijo: ¡Gracias! Y salió corriendo. Desde allí asistió embelesada al concierto.

Parecía que estuviera en una nube ajena a todo que no fuera la música. El concierto tocaba a su fin. Ante la insistencia de los espectadores, Johnny dijo: para terminar vamos a cantar en español una nueva versión de: I have need of you. Fue el delirio, mientras los espectadores volvían a hacer el silencio, ella volvió en sí. “para terminar… ?“ esto se acababa! y ella tenía que volver a casa, esta vez en bicicleta. Se levantó precipitadamente y salió del recinto. El joven de seguridad que la había visto entrar con Marc la dejó salir. Empezaba a pedalear y escuchó cómo Johnny interpretaba la canción con la versión que ella le había corregido. Y ella regresó lo más rápido que pudo. Cuando su madrastra e hijas llegaron, la vieron sentada en el mismo rincón donde la habían dejado, en silencio y con los ojos cerrados. Repasaba los maravillosos momentos vividos. Su rostro impresionó a las hermanastras, que se apresuraron a decirle: toma te devolvemos tu ropa y la lanzaron al pasillo.

Sigue Perrault: Esa misma noche desesperado el Príncipe fue a la cámara real y habló con el rey: padre, estoy enamorado. He encontrado a la mujer de mis sueños, pero…
¿Pero qué? Se sorprendió el rey. 
También la he perdido. 
¿Cómo?
No sé quién es.
Al día siguiente el rey redactó un nuevo bando: Por orden del rey, todas las doncellas del reino deberán probarse un zapatito de cristal. Quién pueda calzarlo, se casará con el príncipe y será la futura reina del país.
De inmediato la madrastra advirtió a sus hijas una de vosotras ha de conseguirlo, sea como sea.
Así fue cómo con el zapatito en la mano, el príncipe y sus consejeros llegaron a casa de la Cenicienta.
¡Vete a limpiar la chimenea…. Pero a pesar de todo Cenicienta se probó el zapatito de cristal y fue la única que pudo calzarlo y aunque todos se sorprendieron terminó casándose con el príncipe. Aunque las manillas del reloj marcaban cada día las doce de la noche, la magia se había hecho realidad.

Un brillante final si no deslizaran varias peligrosas ideas. Reincide en imponer subrepticiamente la autoridad del rey sobre cualquier voluntad. Propone como cuestión de mérito definitivo el aspecto de la joven por encima de su inteligencia o valores, con el perverso añadido de tener el pie más pequeño del reino. Muchas mujer española de más de cincuenta años padece severas deformaciones en sus pies por calzar zapatos inadecuados, sobre todo demasiado pequeños. No sé cuántas se lo deben a este cuento. Y por último, y más importante, deja la iniciativa amorosa en manos del varón sin el más mínimo atisbo de que la Cenicienta tuviera ninguna otra opción que estar encantada. Lo del matrimonio como único modo de relación amorosa y el futuro realeza no hace falta que lo comente, pues nuestra reciente Historia ya se encarga de ello.

Así que vamos a deconstruirlo:

Cuando terminó el concierto, después de algunos bises, Johnny volvió a donde la había dejado. Ardía en deseos de preguntarle qué le había parecido su nueva versión. Pero ella ya no estaba. Corrió a la salida y el seguridad le dijo que hacía tiempo que había marchado. Después acudió a Marc, pero éste no supo decirle nada de ella. Desolado se sentó en el lugar que antes habían ocupado y encontró su fulard que se había deslizado tras la silla. Aunque ya era muy tarde, obligó a Marc a que recorriera el camino de su casa, pero a éste le fue imposible encontrarla. Había muchas desviaciones en las que él no se había fijado. Ya en su hotel, llamó a un amigo a los EEUU para pedirle consejo. Éste le dijo: comprueba cuántos amigos de Face tienes ahí, esa es la solución. En seguida comprendieron que era un callejón sin salida, había más de tres mil y de una edad parecida. Mirar sus fotos una a una le sería imposible. Entonces idearon un plan de emergencia. Hicieron un sutil llamamiento a todos los hackers amigos de FACE de la localidad. Necesitaba ayuda mañana al amanecer.

A la mañana siguiente cuarenta “expertos” en redes sociales menores de edad con sus portátiles llenaban la cafetería del lujoso hotel, casi vacío fuera de temporada. Les describió a la muchacha y el wanted se puso en marcha. Buscaban alguien con nombre de mujer y menos de 16 o 17 años. Le llamaban cuando encontraban una similitud, pero nada. Cuando ya casi habían acabado la lista alguien dijo para desánimo de todos: ¿Y si no se conecta con su nombre? ¿Y si no dice su edad? Hemos buscado casi todas. Debe tener un Nic diferente. ¿Puedes decirnos algo más de ella?
Johnny les enseñó el fulard que pasó de mano en mano. Una chica, miembro del “equipo experto de investigación” dijo: El perfume es especial, si supiéramos como se llama tal vez… Johnny corrió a la boutique de hotel y suplicó a la dependienta.
No sé, dijo ésta, no es una marca conocida huele a rosa y jazmín. Eso es! dijo la chica buscadora, busquemos “Rosa y Jazmín”.
Y para regocijo de todos allí estaba. No había foto, pero tenía que ser ella. Le mandaron una multitud de mensajes privados pero sin respuesta. Lo pusieron en la página del grupo, pero nadie conocía su paradero misterioso.

En ese momento nuestra fregona estaba sometida a la tortura de todos los domingos: fregar toda la casa.
Cuando el gordito Fernando llegó al hotel ya eran casi la doce: ¡Menudo pateo! No tengo ni un euro para el bus. Después, mirando lo extintos restos del buffet se quejó: jooo! Os lo habéis comido todo. Pero enseguida se puso manos a la obra y preguntó: ¿qué hay que hacer? Uno de los más atrevidos le dijo: Tenemos que piratear el sistema de facturación de telefónica porque hay que saber los datos de un móvil.
Pues lo tenemos chungo, dijo Fernando, porque hay más de quinientos millones y unos cortafuegos del copón. Pero para qué queréis saber eso?
Ya hemos averiguado el número desde el que se conecta pero necesitamos encontrarla.
A ver, a ver si lo he entendido, dijo Fernando ¿Qué es lo que hay que encontrar?
Una chica de la que se ha enamorado Johnny, que se conecta a Face con móvil y no sabemos dónde vive.
Ahhh! Eso es otra cosa… y se puso a teclear como un loco. A ver, el número? Suspense. Todos lo miraban.
Con una sonrisa de triunfo los miró antes de decir: tengo su localización GPS.
¡Claro, la localización! Gritaron todos.
En mi coche tengo GPS.,dijo Johnny.
Antes de que todos se marcharan Fernando, preguntó: ¿puedo pedir una coca-cola? ¡Lo que quieras! Gritó Johnny mientras salía.

Media hora después frente a la casa de nuestra fregona, se reunía una extraña marabunta de coches, bicicletas y una muchedumbre jovencitos. Hasta un coche de seguridad privada con su luz destellante, con el compungido miembro de seguridad que la había dejado “escapar”. Ante la expectación de todos Johnny subió los peldaños y llamó.
Una joven abrió la puerta, no era ella, pero al ver al artista lanzó un agudo chillido y salió corriendo, ¡mamá, ha venidoooo!
Su madre acudió ante tan horripilante grito y al no reconocer al recién llegado se quedó mirándolo. Entonces observó la bolsa de cachivaches que llevaba en la mano. Debía ser alguien del trabajo de su marido. ¡Pase, pase! Y cerró la puerta sin apercibirse de que la calle empezaba a llenarse también de vecinos curiosos. Él preguntó, señora ¿hay aquí otra hija? En el mejor castellano que pudo. Vio que dos perplejas caras le miraban desde la otra parte del salón. Parece que se habían equivocado, entonces se fijó en la criada, estaba de espaldas, pero vestía los mismos pantalones.

Desde el momento que le oyó preguntar por la “otra hija”, Clara, que así se llama nuestra heroína, algo que Perrault olvidó malévolamente decirnos, supo que Johnny había venido a buscarla. No quería que la viera con aquella pinta, dejó caer su delantal y no se atrevió a volverse, pero él se estaba acercando.
Cuando llegó a su lado, aspirando su perfume le dijo, rosa y jazmín, y ella sorprendida se volvió. Él haciendo caso omiso a las protestas de la madrastra, le puso el fulard sobre los hombros, la cogió de la mano y la llevó fuera. ¡es ella!. Todos gritaron, sonaron los claxon y se armó una gran algarabía. Entonces se volvió hacia ella y le dijo: I have need of you, mirándola fijamente a los ojos, a lo que ella contestó sin desviar la mirada: te necesito.
Entonces se fundieron en un cálido beso….

José Carlos Morenilla.

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