viernes, 28 de junio de 2013

Los cuentos de Nasruddín

Sostiene el profesor Gironés que Cervantes debió conocer los cuentos populares de Nasruddín en su cautiverio de Argel, porque en el primer capítulo del Quijote salva al Tirante el Blanco (Tirant lo Blanc, de Joanot Martorell) de la hoguera a donde fueron a parar todos los libros de caballerías, porque había hallado en él “un tesoro de contento y una mina de pasatiempos”. Para el profesor Gironés, las pocas referencias que a los cuentos de Nasruddín que se hacen en la obra citada, no justificarían el elogio. “No se elogia lo que no se conoce” concluye.
Los cuentos de Nasruddín son pequeñas historias de un mulá que existió realmente en la Turquía otomana, pero al que se le atribuyen todo tipo de hazañas y situaciones divertidas tradicionales en  todos los países musulmanes de orillas del mediterráneo; algunas se transmiten secularmente de padres a hijos como nuestros cuentos de la hora de dormir a los niños.

Estas son algunas de ellas, sacadas de un libro editado por la Generalitat. “Los cien mejores cuentos de Nasruddín”

miércoles, 26 de junio de 2013

Alianzas Indeseables


Un poderoso león, que imponía con su enorme fuerza un poder tiránico sobre el resto de los animales del bosque, fue esquilmando tanto las presas de las que se alimentaba que cada vez le resultaba más difícil conseguir cazarlas. Observó cómo el lobo y la zorra, que eran animales mucho más pequeños, conseguían con  astucia y poco esfuerzo su comida cada día. Así que un día los llamó.
Acercáronse temerosos los interpelados al león.
- Oídme, dijo el león, he pensado que si nos asociamos conseguiremos nuestra comida con mucha mayor facilidad y eficacia. Vosotros que sois muy astutos perseguiréis a las presas abiertamente, no con el sigilo con que lo hacéis ahora, y así, estas que al veros creerán que pueden huir fácilmente, correrán confiadas hacia donde yo estaré acechando. Allí las abatiré de un zarpazo y no podrá escapar ninguna.

martes, 25 de junio de 2013

La Pelea




Luis, le llamaré Luis por darle un nombre, era el gallito de la calle, el chico más roncoso del barrio, un bocota, un verdadero bocota, y un fanfarrón. Ninguno de su edad, de los que andaban con él, le había podido y hasta con mayores se atrevía. Desde que dominó a Guillermo, le llamaré Guillermo, no había quien le metiera roncas ni se le podía aguantar. Era el que mandaba en las partidas y se entretenía en asustar a las chicas del barrio. Al pobre Paco lo tenía dominado, lo que se dice dominado; le mandaba hacer toda clase de barbaridades y hasta cochinerías, y el pobre Paco como estaba dominado, las hacía sin chistar. Se metía en todas partes y su frase era: ¡A callar se ha dicho!
- ¡Si no callas te hincho los papos de un revés!... le decía al que se descuidaba.
Era un mandón. Y como pesado, ¡vaya si era pesado!
Al pobre Enrique, a Enrique el tonto, no hacía sino darle papuchadas, diciéndole:” Enrique ¡infla!” y Enrique inflaba los carrillos y él le daba un sopapo y se reía.
¡Le teníamos todos una rabia!

lunes, 24 de junio de 2013

La caja

 
Aunque soy de naturaleza racional y poco dado a creer en cosas raras, treinta años después, aún no he decidido si esta historia es cierta.

Fue durante la celebración de mi último día como sargento de la IMEC (instrucción militar escala de complemento), que era como hacíamos la mili los estudiantes universitarios. Fue una tarde de alegría y despedidas. Estábamos en uno de los garitos de los alrededores del cuartel, un rincón reservado a los suboficiales, que para algo servía el rango.
 
No sé cuántas cervezas llevaríamos ya cuando Ricardo se puso especialmente serio y casi tembloroso:
 
-Voy a contarte algo que nunca he dicho a nadie. Tienes que hacerme un favor, yo soy incapaz, ¡tienes que devolvérselo!
Y, con un gesto nervioso casi histérico, me largó una cajita de metal, como las que se usan para regalar una cosa pequeña.
-Vale, vale. Tú me dirás a quién.
Cogí la caja y la puse en mi bolsillo. Seguramente sería para alguna chica de quien el bueno de Ricardo no podía despedirse. Como los marinos, los soldados jóvenes, aunque sean provisionales como nosotros, también tienen un amor en cada destino.
-¡No! ¡No! ¡Tienes que escucharme!
 
Y se puso blanco, temblando de pies a cabeza. Y aunque me miraba fijamente, su mirada me traspasaba como si fuera de cristal. Me asusté muchísimo, era la primera vez que lo veía así.
 
-Pero ¿Qué te pasa, hombre?, exclamé.
Después, como seguía aferrándome de los hombros con la intensidad de un loco, le dije:
-Vale te escucho.

Y esta es su historia.

viernes, 21 de junio de 2013

De cómo le salió joroba al dromedario

 
Tengo siete fieles servidores
Que me enseñan cuanto sé:
Se llaman Cómo, Cuándo, Dónde,
Se llaman Cuál, Quién, y Por qué.
Por tierra y mares los envío,
Este y Oeste han de explorar;
Pero les doy un buen descanso
Cuando regresan a mi hogar.
 

jueves, 20 de junio de 2013

Luciano, tirador de primera


Durante los años que duró mi adolescencia asocié a la Guardia Civil con la dictadura, régimen político que se me antojaba opresor y perpetuo. Como aún no se había despertado en mí el espíritu libertario de lucha por la democracia, escuchaba con la boca abierta las historias que el abuelo de mi mejor amigo nos contaba las tardes que acudía a su casa para hacer los deberes.

El abuelo Luciano había sido guardia  civil mucho antes de la República, de la Guerra y de la dictadura. Sus historias me resultaban emocionantes porque hablaban de tiempos pasados, de situaciones tan diferentes a las que vivíamos que parecían relatos de otros mundos contados por un protagonista.

Recuerdo hoy una:

viernes, 14 de junio de 2013

De cómo se originó el minfundio valenciano

En esta ocasión me permito la licencia de arreglar a mi antojo un interesante cuento que está incluido en el más famoso libro de cuentos de todos los tiempos “Las mil y una noches”. Mi atrevida licencia literaria le da un sentido que nunca tuvo el original.

Espero, como siempre, que os guste

 

"De cómo se originó el minifundio valenciano".

Cuentan que cuando Xativa era un reino moro el Sultán que allí vivía tenía tres hijos a los que amaba por igual. Entrado ya en años, sus visires le urgían para que eligiera entre sus tres hijos cuál había de ser el heredero del reino y de todos sus tesoros. No era costumbre, como en los reinos cristianos, que fuese el mayor el heredero, sino que esa decisión se dejaba a la voluntad del Sultán. Entristecía a éste tener que elegir entre sus hijos y reunió a sus consejeros para que lo ayudaran. No pudieron estos decidir cuál de ellos sería el mejor Sultán pues los tres reunían incontables méritos y cordura. Así que para evitar que se despertaran disputas entre los partidarios de uno u otro, idearon el método de apartarlos lo más lejos posible para así poder influir en el anciano Sultán a su voluntad y, tal vez, heredarle si ninguno de ellos volvía. Aconsejaron, pues, a su padre que los enviara a recorrer el mundo y el que volviese con la posesión más preciada, ése sería el heredero. Muy a su pesar permitió el Sultán que sus hijos partiesen.
 

Y A S M I N A


Yasmina acababa de cumplir 14 años. Estaba en su último año de Liceo, en realidad hoy era su último día de clase. Este verano tendría que decidir, cómo y dónde continuar su formación preuniversitaria. Su familia vivía desahogadamente de una industria dedicada a cocer piezas de cerámica, aunque en los últimos tiempos, ella había percibido inquietudes y conversaciones abruptamente interrumpidas por su presencia, que apuntaban dificultades en el negocio familiar. Nada pareció cambiar, sin embargo, en su modo de vida. Su padre seguía el negocio de su padre, que lo heredó del suyo y así varias generaciones de lo que en realidad era más que una profesión  un modo de vivir. Cuando sus padres se conocieron ella, su madre, era una brillante técnico industrial con los estudios recién acabados en un país que aún era una colonia francesa. Ella  ayudó a modernizar el trabajo, que pasó de ser un taller de alfarero a la moderna industria de cerámica que era ahora. Sus padres siempre se habían tratado con un cariño y respeto mutuo un poco en desuso en esta nueva sociedad nacida de la independencia, cada vez más influenciada por la religión. Fue su madre la que decidió que Yasmina fuera al Liceo y no a una escuela de inspiración religiosa.

jueves, 6 de junio de 2013

El desprecio y la soberbia

Esopo era un autor romano de cuentecitos breves que trataban de demostrar una moraleja. Sus ideas hoy nos resultan en muchos casos hirientes y difíciles de aceptar en una sociedad moderna y democrática, pero esconden realidades no por viejas menos a tener en cuenta.

Hoy recuerdo la fábula del cuervo soberbio y los pavos reales.
Decía Esopo, que un cuervo volaba en su b...andada cuando observó la magnificencia y belleza de los pavos reales, allá en el suelo. Admirado y soberbio decidió abandonar su poco colorida compañía y marchar a vivir entre los pavos reales. Aprovechó que en el suelo había caídas algunas esplendorosas plumas de pavo real y se las entrelazó como pudo entre las suyas. Ataviado de tal forma corrió a mezclarse con tan deslumbrante nueva sociedad.

El político y el ciudadano

Un ciudadano bien intencionado fue invitado a cazar un día por un avispado político. El político, de cuyo partido no quiero acordarme, se preciaba de ser un buen cazador, en realidad se preciaba de ser un "buen" todo. A poco de empezar la jornada abatió el ciudadano de certero disparo a una rolliza perdiz. Como era hombre de compasivo corazón quedó muy apenado por el triste ...destino de su pieza y ya no volvió a disparar otra vez.

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